Las mujeres de principios del siglo xix vivían en una posición de subordinación, circunscritas al espacio privado, de forma que solo tenían dos opciones respetables: el matrimonio o el convento.
Las nuevas ideas y los avatares de los movimientos emancipadores les dieron la oportunidad de convertirse en sujetos activos, saltando al espacio público y adquiriendo un protagonismo relevante, transgrediendo con su actitud y sus acciones las barreras que la sociedad imponía a su género y por ello, aunque en el contexto de la guerra se aprovechó su valentía, en la paz fueron recluidas nuevamente en sus hogares o en los conventos, condenadas a morir socialmente al ser olvidadas sus acciones.
Como consecuencia, muchas de ellas sufrieron las situaciones más adversas: pobreza, destierro, persecución, denostación verbal en la prensa, escarnio público, reclusión en hogares, cárcel o conventos, confiscación de bienes, propiedades y objetos personales o muerte, bien ajusticiadas o en el olvido y la miseria.
A pesar de ello, la historiografía las ignora en la mayoría de los casos y cuando hace mención a ellas las minimiza, reconociéndoles solo una labor complementaria, nunca protagonista.
Por ello un grupo de creadoras, directoras, productoras, técnicas y actrices son las mentes detrás de Bicentenaria, un proyecto del teatro La Plaza que reflexiona, cuestiona e ironiza sobre el pensamiento y discurso masculino con el que se ha contado la historia del Perú.